
Durante mis más de veinte años como abogado de inmigración en el área de Orlando he defendido diferentes tipos de inmigrantes de diversas nacionalidades que vienen a los Estados Unidos en busca de un mejor futuro para sus familias. En otras palabras, del sueño americano.
He sido testigo de olas migratorias de diferentes países; desde los colombianos a finales de los noventa, quienes dolorosamente dejaron su tierra por el conflicto armado con las guerrillas; los venezolanos huyendo de las condiciones políticas del militar golpista devenido a dictador, y más recientemente, de hondureños y centroamericanos tratando de evadir la difícil situación de inseguridad de sus países.
Aunque muchos de ellos salen de su tierra por condiciones impredecibles, todos coinciden en la constante búsqueda de un mejor futuro en el que se conoce como el país de las oportunidades.
Conozco de primera mano las dificultades que tienen los latinos al llegar acá. Mi propósito ha sido tratar de facilitar su camino desde el punto de vista legal, para que puedan enfrentar con toda confianza sus más grandes retos como conseguir un trabajo estable, aprender el idioma, ayudar a sus familias en su país de origen y sacar adelante a sus hijos, nietos y futuras generaciones.
Según el censo del 2021, la población de origen hispano en Estados Unidos asciende a 62.6 millones de personas. Si entre todos conformáramos un país, seríamos el tercero más grande de América Latina, después de Brasil (213 millones) y México (129 millones), y por encima de Colombia (51 millones).
Es un hecho que los latinos somos la minoría más grande en los Estados Unidos, constituyendo el 18.9% de la población total. Somos una fuerza que impulsa la economía, que influye en la cultura y que aporta al futuro de una nación construida por inmigrantes, llámense europeos de hace dos siglos o latinos de los últimos cien años.
Si bien el sueño americano nos ha sido “vendido” como el camino de las oportunidades en una tierra de abundancia, los inmigrantes también hemos vivido el choque de unas expectativas infladas con la realidad que vivimos todos los días.
Aún en el país de la libertad, vemos desigualdades perpetuadas por su estructura económica y política que en algunas situaciones privilegia a unos pocos, abriendo la brecha entre clases, razas o ideas políticas divergentes.
Por eso, desde que abrí mi oficina de abogados de inmigración en Orlando, he tratado a mis clientes con dignidad y respeto sin importar su raza, nacionalidad o clase social. Para ellos nos esforzamos en presentar todos los remedios disponibles dentro de su situación económica. Esto en cumplimiento de la ley y en función de los recursos con los que cuentan para presentar sus reclamaciones frente al Gobierno de Estados Unidos, el más rico y más poderoso del mundo.
Para nosotros no se trata solo de representar a nuestros clientes en los trámites migratorios, sino de ayudarles a construir un futuro más sólido, más seguro, y más legal para ellos y sus seres queridos.
Me enorgullece ser parte del sueño americano de tantas personas que han confiado en mí y en mi firma para proteger sus derechos y buscar mejores oportunidades en este país.